Tercera
visita a Las Grutas – Río Negro
Terminábamos
el secundario y planeábamos un viaje distinto.
Desde
3º año recorríamos rutas y destinos con mochilas y carpas.
Nunca
un camping.
Si
viajábamos a dedo, mejor.
El
final del 73 fue una fiesta.
Un
año irrepetible: la legalidad del centro de estudiantes, la militancia, los
amigos, novias, la movilización en las calles y el fin de la secundaria.
Muchos
organizaron el viaje a Bariloche. Destino de bautismos diversos, saboreados de
ante mano y alentados desde Feliz Domingo por Silvio Soldán, aunque la
participación en el certamen no culminó con el viaje gratuito para la división.
Nosotros
decidimos seguir con la mochila.
Dije
nosotros pero sólo algunos. El grupo se redujo a tres de nosotros y la novia de
uno: Carlos y Patricia, Daniel y yo.
Viejos
mochileros, campamenteros de todos los paisajes, arrojados viajeros de las
rutas.
Largamos
en parejas.
Siempre
viajé con Daniel.
Los
tramos del viaje se programaron cuidadosamente.
Tres
pibes entre 17 y 18 años y una chica que recién conocía, con destino sureño,
por la ruta 3, si se puede, hasta Puerto Madryn o hasta donde alcancen las
fuerzas, la suerte y el dinero.
A
dedo.
Tres
Arroyos y un desvío a Claromecó.
Otra
vez en ruta hasta Coronel Dorrego. Un día en la estación forestal.
Bahía
Blanca y la promesa que El Cholo, una parada de camioneros, era garantía de
transporte.
Río
Colorado, Pedro Luro y la llegada a Carmen de Patagones.
Cruzamos
el Río Negro y acampamos un día en la orilla rionegrina
Viedma
y otro destino: la boca de la desembocadura del río en el mar.
Llegamos
de tarde y ante el viento desistimos de quedarnos.
Otra
vez a la ruta 3.
Un
tramo en tren y estamos en San Antonio Oeste. Dicen que a pocos kilómetros, hay
un lugar. Las Grutas.
Llegamos
y se produjo el encantamiento.
Nos
quedamos una semana acampando sobre un acantilado, en la arena, entre médanos y
poca vegetación, solos.
Tan
solos que una mañana vino un policía a visitarnos y preguntar quiénes éramos y
qué hacíamos allí.
No
lo sabíamos pero la situación política se agravaba. El asalto al cuartel de
tanques en Azul en aquel enero del 74, nos hacía sospechosos.
El
mar, las mareas, el sol y la arena hacían del lugar un atractivo irresistible.
Nos
quedamos allí y desde allí emprendimos el regreso. Diecisiete días de viaje.
No
tengo fotos.
Las
imágenes están en mi memoria.
Por
las mañanas bandadas de loros planean sobre el campamento.
Todo
el tiempo bajo el sol.
La
libertad absoluta.
Veinte
años después, regresé.
Fue
en el 93.
Ya
con esposa e hijo y un sobrino invitado.
Ahora
viaje en micro y con bolsos.
Organizamos
las vacaciones de manera de aprovechar el tiempo al máximo.
Desde
Buenos Aires hicimos la reserva por medio de una inmobiliaria del lugar pero
habiendo llegado un día antes, ocupamos una habitación de hotel por una noche.
Aunque
esa corta estancia fue para el olvido, los siguientes días fueron
espectaculares.
Las
Grutas había crecido y de aquellos escasos quinientos habitantes del 74, ahora era
el destino de los visitantes del Alto Valle rionegrino.
Las
mareas ofrecen un paisaje particular.
La
pleamar cubre la casi totalidad de la playa, a cuya espalda se elevan
acantilados que el mar excavó hasta formar las grutas que dan el nombre al
lugar.
La
bajamar deja al desnudo un paisaje de grandes piedras alisadas por el agua
entre otras tapizadas de pequeños y ancestrales mejillones y piletas naturales
de agua clara.
Nos
gustó y prometimos regresar algún día.
Esa
vez hubo fotos que conservamos cuidadosamente.
Casi
cuarenta años después.
Ahora
sin chicos, nos fuimos para allá.
Reservas
por medio salimos en auto. Mil cien kilómetros. Un primer tramo en Bahía Blanca
y después los siguientes más de cuatrocientos al día siguiente.
El
plan de ruta salió de Internet y los caminos se alejaron de la ruta 3.
Empezaron
los problemas después de Olavarría: 50 km extras por un error en un cruce.
Llegamos
a Coronel Pringles. Cargamos combustible nuevamente.
La
radio del auto no sintoniza otra frecuencia que radio nacional.
Las
curvas y elevaciones de Ventana distraen la vista pero complican la travesía.
Por
fin Bahía Blanca y el descanso después de setecientos kilómetros.
Al
día siguiente otra vez en viaje atravesamos un trayecto por La Pampa y tras el Río Colorado
estamos en Río Negro.
La
estepa que se insinúa en la región pampeana se aparece en el horizonte
rionegrino con mayor intensidad.
Las
Grutas creció.
Dijo
un lugareño que el censo arrojó entre 6000 y 7000 imprecisos habitantes, pero
que en su opinión no superaban los 2000 residentes permanentes.
A
14 km de
San Antonio Oeste y 70 de San Antonio Este, concita el interés de visitantes
atraídos por la promesa de una incierta corriente marina que entibia las aguas de
sus playas.
¡Un
macanaso de aquellos!
Pero
que en nada desmerece el lugar.
Al
fin, toda la costa bonaerense tiene aguas muy frías y más al sur no se puede
esperar más que un mar más frío.
Un
lugar distinto que obliga a consultar la tabla de mareas, ofrecida públicamente
por la Prefectura
y señalizadas en la “bajada” principal.
Por
que para acceder a las playas hay ir por la bajada. Ni más ni menos que un
acceso construido para salvar los acantilados naturales.
Cuatro
kilómetros de marcha por la playa hacia el sur, aparecen las “Piedras
Coloradas”. Una formación de piedras como las otras, pero coloradas. Arena y
mar; poca gente.
El
viento siempre presente.
El
calor abrasador y el mar que enfría los cuerpos de los pocos bañistas.
La
“Salina del gualicho” a pocos kilómetros atrae nuestro interés.
La
visitamos en una excursión que culminó en la cena con cordero patagónico.
Allí
nos enteramos que el “patagónico” tiene gusto distinto al bonaerense, a causa
de la distinta alimentación.
No
sé.
Me
parece un mito, pero estaba rico.
El
salitral es inmenso y se explota para la industria del vidrio entre otras.
Es
carbonato de calcio y cuando el guía dijo “soda Solway” el reloj caminó para
atrás y recordé las historias olvidadas de charlas familiares: Solway, “agua
pesada” neuquina, aluminio patagónico en Puerto Madryn, íconos del programa de
desarrollo nacional que adornaban el discurso político del 60 en adelante.
Ya
de vuelta en Buenos Aires.
Casi
400 fotografías digitales y unos cortos videos tomados con la misma cámara.
Unas
buenas vacaciones.
Y
la promesa de no esperar otros veinte años para
regresar.
Luis
Trombetta
Grutas
Grutas
1 comentario:
Muy estupendo blog. Ya encontré lo que buscaba, una desconexión total, tranquilidad y paz en alta mar, sin Internet, sin teléfono y sin TV (porque yo no me conectaba, porque haberlos hay los), sin quehaceres ni preocupaciones y rodeada de mi familia en un ambiente alegre y divertido.
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