La diabetes mellitus es una enfermedad crónica no transmisible, caracterizada por el aumento de los niveles de glucosa (azúcar) en sangre. De acuerdo con su forma de presentación más común se las denomina diabetes tipo 1 y tipo 2.
Cerca del 5por ciento corresponde al tipo denominado 1, cuyo origen es auto-inmune. Mayormente esta forma de diabetes ocurre en edades más tempranas de la vida y es de aparición brusca.
La diabetes 2 constituye casi el 90 por ciento de los casos existentes.
Se trata de una epidemia melliza con la obesidad y hasta considerada trilliza cuando se suma el sedentarismo.
La Encuesta Nacional de Factores de Riesgo del año 2009 en mayores de 18 años, señala que en Argentina la prevalencia (es decir el número de casos) alcanza a 9,6 por ciento, señalando un incremento respecto del 2005 que se hallaba en 8,4 por ciento.
La misma encuesta establece que las personas con menos ingresos y menores recursos realizan menos controles de glucosa, ya que no se someten a exámenes de salud preventivos, aumentando el diagnóstico tardío con la aparición en forma temprana de las complicaciones de la enfermedad. El 50 por ciento de los enfermos de diabetes ignoran su padecimiento y un tercio de las que la conocen no la controlan ni la tratan, o lo hacen en forma deficiente.
Por su gravedad y carácter invalidante, la progresión de las complicaciones disminuye la calidad y la expectativa de vida de los enfermos, y aumentan el costo socioeconómico de la misma.
El volumen de gastos generados por la diabetes es significativo en todo el mundo y continúa incrementándose debido a diversas causas, entre las que se señalan el costo del diagnóstico y tratamiento y la pérdida de la productividad de las personas enfermas, así como las causas socioeconómicas y la crisis de los sistemas de salud de la seguridad social.
En conjunto, las enfermedades no transmisibles explican más del 60 por ciento de las muertes y están en mayor ascenso en países en vías de desarrollo. La posibilidad de evitarlas está en relación directa con las políticas implementadas para la prevención y control.
En su 9ª edición (2002), “Nutrición en salud y enfermedad”, de M.E. Shils, de seriedad indiscutida en la materia, señala que ya sea que la estratificación social se mida por distintas variables, ejerce un efecto notable sobre la salud en relación con la nutrición. Las personas de nivel social más alto viven más tiempo y tienen menor morbilidad que la de niveles inferiores. Las clases sociales más altas tienen acceso a dietas de alta calidad, poseen mejor instrucción y cuidados de salud, así como empleos mejor remunerados y que no implican riesgos físicos.
La obesidad afecta más a mujeres de menor nivel educativo y de bajos ingresos; la estratificación social del estado nutricional se relaciona con el mayor costo de las dietas de alta calidad y con oportunidades limitadas para acceder a la actividad física en los barrios pobres.
La pobreza, los precios de los alimentos y el atraso económico reducen la seguridad alimentaria de la población.
Mal que le pese al discurso oficial, la diabetes es una enfermedad que afecta mucho más a los sectores sociales más desprotegidos.
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