sábado, 2 de marzo de 2013

Vacaciones en Las Grutas. Tercera visita.


Tercera visita a Las Grutas – Río Negro

Terminábamos el secundario y planeábamos un viaje distinto.
Desde 3º año recorríamos rutas y destinos con mochilas y carpas.
Nunca un camping.
Si viajábamos a dedo, mejor.
El final del 73 fue una fiesta.
Un año irrepetible: la legalidad del centro de estudiantes, la militancia, los amigos, novias, la movilización en las calles y el fin de la secundaria.
Muchos organizaron el viaje a Bariloche. Destino de bautismos diversos, saboreados de ante mano y alentados desde Feliz Domingo por Silvio Soldán, aunque la participación en el certamen no culminó con el viaje gratuito para la división.
Nosotros decidimos seguir con la mochila.
Dije nosotros pero sólo algunos. El grupo se redujo a tres de nosotros y la novia de uno: Carlos y Patricia, Daniel y yo.
Viejos mochileros, campamenteros de todos los paisajes, arrojados viajeros de las rutas.
Largamos en parejas.
Siempre viajé con Daniel.
Los tramos del viaje se programaron cuidadosamente.
Tres pibes entre 17 y 18 años y una chica que recién conocía, con destino sureño, por la ruta 3, si se puede, hasta Puerto Madryn o hasta donde alcancen las fuerzas, la suerte y el dinero.
A dedo.
Tres Arroyos y un desvío a Claromecó.
Otra vez en ruta hasta Coronel Dorrego. Un día en la estación forestal.
Bahía Blanca y la promesa que El Cholo, una parada de camioneros, era garantía de transporte.
Río Colorado, Pedro Luro y la llegada a Carmen de Patagones.
Cruzamos el Río Negro y acampamos un día en la orilla rionegrina
Viedma y otro destino: la boca de la desembocadura del río en el mar.
Llegamos de tarde y ante el viento desistimos de quedarnos.
Otra vez a la ruta 3.
Un tramo en tren y estamos en San Antonio Oeste. Dicen que a pocos kilómetros, hay un lugar. Las Grutas.
Llegamos y se produjo el encantamiento.
Nos quedamos una semana acampando sobre un acantilado, en la arena, entre médanos y poca vegetación, solos.
Tan solos que una mañana vino un policía a visitarnos y preguntar quiénes éramos y qué hacíamos allí.
No lo sabíamos pero la situación política se agravaba. El asalto al cuartel de tanques en Azul en aquel enero del 74, nos hacía sospechosos.
El mar, las mareas, el sol y la arena hacían del lugar un atractivo irresistible.
Nos quedamos allí y desde allí emprendimos el regreso. Diecisiete días de viaje.
No tengo fotos.
Las imágenes están en mi memoria.
Por las mañanas bandadas de loros planean sobre el campamento.
Todo el tiempo bajo el sol.
La libertad absoluta.

Veinte años después, regresé.
Fue en el 93.
Ya con esposa e hijo y un sobrino invitado.
Ahora viaje en micro y con bolsos.
Organizamos las vacaciones de manera de aprovechar el tiempo al máximo.
Desde Buenos Aires hicimos la reserva por medio de una inmobiliaria del lugar pero habiendo llegado un día antes, ocupamos una habitación de hotel por una noche.
Aunque esa corta estancia fue para el olvido, los siguientes días fueron espectaculares.
Las Grutas había crecido y de aquellos escasos quinientos habitantes del 74, ahora era el destino de los visitantes del Alto Valle rionegrino.
Las mareas ofrecen un paisaje particular.
La pleamar cubre la casi totalidad de la playa, a cuya espalda se elevan acantilados que el mar excavó hasta formar las grutas que dan el nombre al lugar.
La bajamar deja al desnudo un paisaje de grandes piedras alisadas por el agua entre otras tapizadas de pequeños y ancestrales mejillones y piletas naturales de agua clara.
Nos gustó y prometimos regresar algún día.
Esa vez hubo fotos que conservamos cuidadosamente.

Casi cuarenta años después.
Ahora sin chicos, nos fuimos para allá.
Reservas por medio salimos en auto. Mil cien kilómetros. Un primer tramo en Bahía Blanca y después los siguientes más de cuatrocientos al día siguiente.
El plan de ruta salió de Internet y los caminos se alejaron de la ruta 3.
Empezaron los problemas después de Olavarría: 50 km extras por un error en un cruce.
Llegamos a Coronel Pringles. Cargamos combustible nuevamente.
La radio del auto no sintoniza otra frecuencia que radio nacional.
Las curvas y elevaciones de Ventana distraen la vista pero complican la travesía.
Por fin Bahía Blanca y el descanso después de setecientos kilómetros.
Al día siguiente otra vez en viaje atravesamos un trayecto por La Pampa y tras el Río Colorado estamos en Río Negro.
La estepa que se insinúa en la región pampeana se aparece en el horizonte rionegrino con mayor intensidad.
Las Grutas creció.
Dijo un lugareño que el censo arrojó entre 6000 y 7000 imprecisos habitantes, pero que en su opinión no superaban los 2000 residentes permanentes.
A 14 km de San Antonio Oeste y 70 de San Antonio Este, concita el interés de visitantes atraídos por la promesa de una incierta corriente marina que entibia las aguas de sus playas.
¡Un macanaso de aquellos!
Pero que en nada desmerece el lugar.
Al fin, toda la costa bonaerense tiene aguas muy frías y más al sur no se puede esperar más que un mar más frío.
Un lugar distinto que obliga a consultar la tabla de mareas, ofrecida públicamente por la Prefectura y señalizadas en la “bajada” principal.
Por que para acceder a las playas hay ir por la bajada. Ni más ni menos que un acceso construido para salvar los acantilados naturales.
Cuatro kilómetros de marcha por la playa hacia el sur, aparecen las “Piedras Coloradas”. Una formación de piedras como las otras, pero coloradas. Arena y mar; poca gente.
El viento siempre presente.
El calor abrasador y el mar que enfría los cuerpos de los pocos bañistas.
La “Salina del gualicho” a pocos kilómetros atrae nuestro interés.
La visitamos en una excursión que culminó en la cena con cordero patagónico.
Allí nos enteramos que el “patagónico” tiene gusto distinto al bonaerense, a causa de la distinta alimentación.
No sé.
Me parece un mito, pero estaba rico.
El salitral es inmenso y se explota para la industria del vidrio entre otras.
Es carbonato de calcio y cuando el guía dijo “soda Solway” el reloj caminó para atrás y recordé las historias olvidadas de charlas familiares: Solway, “agua pesada” neuquina, aluminio patagónico en Puerto Madryn, íconos del programa de desarrollo nacional que adornaban el discurso político del 60 en adelante.

Ya de vuelta en Buenos Aires.
Casi 400 fotografías digitales y unos cortos videos tomados con la misma cámara.
Unas buenas vacaciones.
Y la promesa de no esperar otros veinte años para  regresar.

Luis Trombetta
Grutas

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy estupendo blog. Ya encontré lo que buscaba, una desconexión total, tranquilidad y paz en alta mar, sin Internet, sin teléfono y sin TV (porque yo no me conectaba, porque haberlos hay los), sin quehaceres ni preocupaciones y rodeada de mi familia en un ambiente alegre y divertido.
Fuente:galapagos islands travel information