sábado, 18 de mayo de 2013

Maldito Videla


Videla.
Maldito asesino.
Hoy me despierto y regreso en el tiempo, como cuando hace 37 años un compañero me dijo al pie de mi cama: levantate, hay golpe de estado.
Nuestras vidas cambiaron aunque ya conocíamos el terror de las persecuciones, secuestros y asesinatos.
Ya sabíamos de las ejecuciones, de las bandas fascistas, de la burocracia sindical torturadora, de los muertos arrojados a zanjones a la vera de la panamericana. Y de cadáveres amontonados en una esquina, acribillados a balazos.
Ya sabíamos de amigos perseguidos, emigrados, acorralados entre denuncias de otros, esos que apoyaron ese y otros golpes de estado, y la impotencia de no poder salir a la calle, porque la patota te estaba esperando.
Tal vez a la salida del ascensor de tu casa, en la entrada de tu trabajo, en la puerta de la casa de un amigo, o cuando llegabas a tu casa y tu familia era rehén de los secuestradores.
Si.
Ya lo sabía.
Y esa mañana del 24 de marzo, la noticia no fue novedad, pero cambió mi vida y la muchos otros.
Los que murieron en la tortura, sufrieron el horror máximo del  cuerpo lacerado.
Malditos asesinos.
Maldito Videla.
Ayer murió el maldito, uno de ellos.
Su jefe.
Ese, que estaba detrás de Isabel y lucía sus galones, otorgados por el peronismo gobernante.
Hoy es una mañana distinta.
Mientras me preparo para vivir un día más, aquel del pasado podría haber sido el último, antes del infierno.
Maldito Videla.
No hay victoria en la muerte.
Ningún caído alcanza la victoria.
Ninguno de los asesinados pudo ver y sentir más que el sufrimiento de su final agónico.
Maldito Videla.
No alcanzarán los días que me resten para maldecirte a vos y a los tuyos, a los que horrorizaron, degradaron la vida y sometieron al tormento a otros que eran como yo.
Maldito.
El triunfo de la clase obrera y el socialismo será la única victoria que te enterrará para siempre.

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