El lugar público es un escenario cotidiano.
Cumple funciones materiales y tangibles: es el soporte físico de las actividades cuyo fin es satisfacer las necesidades urbanas colectivas que trascienden los límites de los intereses individuales.
El espacio público tiene además una dimensión social, cultural y política.
Es un lugar de relación y de identificación, de manifestaciones políticas, de contacto entre la gente, de vida urbana y de expresión comunitaria.
El espacio público tiene la capacidad de estimular la integración cultural.
Supone un uso social y colectivo.
Este acto público tiene ese objetivo: trascender lo individual.
Promover la integración.
Manifestar las necesidades, en nuestro lugar de trabajo, en el Hospital Muñiz.
Sin embargo, todo indica que se pretende ocultar la razón.
Como si no fuera posible con solo una mirada, reconocer el problema que está a la vista.
Como si la realidad que vivimos y padecemos fuera una construcción ideológica, forzada por intereses creados, dirigidos a satisfacer necesidades individuales, totalmente contrarias a la cuestión pública.
¿Será posible que el cierre de dos salas pediátricas, el cierre de una sala de adultos, la demolición de un viejo y abandonado edificio que se señaló como reserva del patrimonio y destino de una obra que resolvería los problemas crónicos del aislamiento respiratorio, la demorada y una vez más fracasada obra de la sala 3 (ahora por una cotización exorbitante) y la inexplicable condición de la sala de guardia, sean considerados objetos de agitación política?
¿Maniobras de carreristas políticos que no ven más allá de sus intereses personales y particulares?
De ninguna manera es posible aceptar argumentos que se dirigen a descalificar el disenso.
La asamblea de médicos ha sido absolutamente democrática y su pronunciamiento tiene el aval del voto.
Esperemos que no se genere una división que haga perder de vista el verdadero problema: la emergencia edilicia que sacude al Muñiz.
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