Por
Luis Trombetta
Para Prensa Obrera
El pasado 7 de julio, la Corte Suprema
autorizó la "muerte digna" de Marcelo Diez, quien hace veinte años se
encontraba en estado vegetativo, luego de un accidente automovilístico. Sus
familiares habían solicitado que se discontinuaran la alimentación e hidratación
por sondas que lo mantenían artificialmente con vida, pero a pesar de la
sanción de la Ley
26.742, desde hace tres años, la
Justicia neuquina, ante la intervención del Obispado local,
había negado el pedido de la familia. El caso reabrió el debate sobre el tema,
evidenciando que a pesar de la sanción de la ley en 2012, los pacientes y sus
familiares deben realizar un largo recorrido en los tribunales por la
judicialización innecesaria de los casos y la "objeción de
conciencia" de los médicos, ambos impulsados desde los "comités de
ética" de los hospitales, sucursales de la curia. El propio fallo de la Corte señala que la ley debe
ser reglamentada para evitar la judicialización de este derecho.
La muerte digna, por
otra parte, no es lo mismo que la eutanasia. La primera, legal en la Argentina y una veintena
de países europeos y americanos, implica la discontinuación de tratamientos
para prolongar la vida en casos de pacientes terminales, mientras que la
eutanasia, hoy en día sólo legal en algunos países o Estados, implica la
administración de fármacos que permitan la muerte de un paciente que, por sus
padecimientos y estado crítico-terminal, elija la muerte antes que continuar
sufriendo.
El
encarnizamiento terapéutico
La distanasia es el encarnizamiento
terapéutico u obstinación terapéutica.
Se trata de distinguir
si frente a un proceso irrevocable, la intervención del médico, del equipo de
salud, excede a las posibilidades reales de recuperación del individuo. Intenta
prolongar artificialmente la vida, retrasando el advenimiento de la muerte
inexorable.
Distinto es brindar
todos los recursos necesarios y adecuados, para asistir al enfermo, no ya ante
la muerte sino a lo largo de la vida.
En la organización
social del capitalismo, la medicina también responde al criterio de división de
las clases. Y obviamente, con mayor poder adquisitivo se accede a mejores
recursos, incluyendo la salud.
Al mismo tiempo,
podemos comprobar diariamente, que la salud pública está hundida en una crisis
interminable, desfinanciada, carente de presupuesto que garantice la
disponibilidad de tecnología sólo accesible para los sectores de mayores
recursos económicos. Ni qué decir, sostenida por trabajadores explotados que
enfrentan la realidad de los enfermos que anuncian sus propios destinos.
Es decir, no hay muerte
digna sin vida digna.
La oposición de
la Iglesia
La principal oposición
a la sanción primero y luego a la aplicación de la ley de la muerte digna es la Iglesia. Al igual que
con el derecho al aborto, con el que pretende controlar el cuerpo y la vida de
las mujeres, la Iglesia
se arroga el derecho a opinar sobre las condiciones de la muerte, más
precisamente, a negarle al individuo, aún aquél que sufre y se acerca
inexorablemente a la muerte, la decisión de cómo morir. La doctrina
eclesiástica se opone a que los hombres decidan sobre sus propios cuerpos. Una serie de casos resonantes, como el
de Eluana Englaro, en Italia, y Terri Schiavo, en los Estados Unidos, mostraron
cómo la burguesía ya no considera éste punto como "irrenunciable" de
su ideología, y amplios sectores han aceptado el derecho a la muerte digna,
como lo muestra el avance de la legislación en el tema, sobre todo en Europa.
La salud, claro, puede
ser un negocio, pero también lo puede ser la muerte. En los Estados Unidos, por
ejemplo, la internación de un paciente puede acabar con cualquier economía
familiar.
La vida digna
La ortotanasia o muerte
digna -la actuación correcta ante la enfermedad incurable y la muerte- exige
construir una sociedad sobre nuevas bases, una sociedad sin clases.
Ante la vida, mucho
antes que la muerte, luchamos por la existencia. Luchamos por una sociedad de
iguales, sin prerrogativas ni distinciones de clase.
No podemos evitar ni
sustituir la conmoción de la muerte, pero podemos terminar con la desigualdad
entre los hombres.
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