jueves, 9 de julio de 2015

Neorrealismo de fin de ciclo.

Neorrealismo de fin de ciclo.

19,30 horas.
Colectivo 132 de Facultad a Plaza Miserere.
Para en la estación.
Como siempre, gente desesperada por bajar.
Se abren las puertas del medio.
Grita el colectivero: ojo con los celulares!
Los conectados a sus auriculares, siguen en su catatonismo imperturbable.
Arranca pero se detiene.
Unos que se olvidaban, demandaron bajar.
Otra vez se abran las puertas.
Descienden en fila india.
Arranca y enfila a la esquina de Rivadavia y Pueyrredón.
Dos conocidos pungas, forman ahora parte del pasaje.
Los veo.
Me parece que uno, el más petiso, es el que me amenazó con una navaja hace pocos meses.
Uno se instala detrás de una jovencita que cree que esta en Suecia, y deja su enorme cartera, colgada a su espalda, sin resguardo.
Tiene suerte (por ahora), porque el colectivo tiene espacios vacíos, y el tipo que se prepara, demora el ataque.
La piba, imperturbable, sigue en Suecia, escuchando por sus auriculares.
Un grandote, pegado a la piba, es testigo del acecho.
Pero no vayan a creer que intervendrá.
Es un mero espectador.
El otro, el petiso, ya me vio.
Hago como que miro para otro lado, pero se que esta atento.
Llego a mi destino.
Un grupo de pibes se interponen en la puerta. Pido permiso, a viva voz y me coloco en la salida.
Los presiento.
Los tengo a un costado.
El colectivo se detiene, abre sus puertas y desciendo.
Me quedo en la vereda, mirando hacia el bondi.
El de adentro me mira.
Nos miramos.
Los dos sabemos que nos estábamos controlando... con la mirada.
Arranca el colectivo con el pasaje ahora casi completo.
Alguien será la próxima víctima.
Ojo con los celulares.

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