domingo, 16 de marzo de 2014

Tiempos de mudanza

Ayer los diarios anticipaban la noticia del domingo.
MI se mudaba por temor a la inseguridad.

Jéssica, atormentada en el norte porteño, huía de los intentos de asalto a su edificio.

No era el ataque de los vándalos sino la inconfortable lejanía que los separaba.
El, debe viajar al sur bonaerense, para visitar a sus familiares más cercanos.

Allá en el sur, del que Manal hiciera su mejor poesía, entre “un trozo de este siglo”, los barrios industriales no le fueron afectos.

Perdió en su propia guarida. El norteño tigrense, le robó la sonrisa ganadora y hasta se fotografiaron con sus esposas, cual turistas embelezados por la Ciudad de la calle que no descansa.

Tenían problemas y los solucionaron.
La vivienda fue el problema de esta pareja desacostumbrada al rigor porteño.
Viajar, sudar, sufrir.
No. Definitivamente no es para ellos.

Decidieron mudarse.

¿Acaso eligieron el módico Almagro, de costumbres cambiantes, cosmopolita en sus restaurantes y de acentos latinoamericanos de lejanas tierras?

¿Eligieron el costumbrista Monserrat, de viejos candombes y estaños gastados por parroquianos acodados y embriagados del alcohol?

¿Optaron por el oeste porteño, que en Flores cobija vendedores como en la vieja Recoba, aquella de las jornadas de Mayo?

No.
Ni pienses en Constitución, dijo la blonda todo terreno.

Es que la inseguridad nos acorrala…y solo estaremos seguros ¿adivinen dónde?

Sí.
En Puerto Kirchner. Perdón, Puerto Madero.
¡Es que en esta época, todo es K!

Los muchachos festejan la llegada de la nueva pareja. Cristóbal los felicita por la elección.
Lázaro esta requete contento.
Ahora estamos casi todos, dicen que dijo Cristina, que también tiene su monoambiente en la costa sur de la Ciudad.

Cuando éramos chicos, mi papá nos llevaba a visitar la Ciudad Deportiva, promesa de Alberto J. Armando, que trastocó en Reserva Ecológica y mutó a paraíso financiero, donde hace mucho, el pobrerío disfrutaba de los balnearios populares.
Era de Boca. Le creyó a Alberto J.

Pensándolo bien, creo que tendrían que llamar al Gordo Bolú y hacer las reservas para una estancia más confortable.
La quinta se les va a llenar de amigos.
Oyarbide juega a la ruleta rusa, con dos balas: una es para él. La otra tiene varios candidatos.
Bien lo sabe el riojano: si les decía lo que iba a hacer, no me votaban.


Luis Trombetta

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