Pesca, sexo y política
Las predicciones del Servicio
Meteorológico Nacional se parecen a las mediciones del INDEC.
Tengo la sensación de que no son
creíbles, pero no tengo los datos verdaderos.
Los intuyo, pero no tengo
certeza.
Fue lo que ocurrió en las dos
últimas semanas.
La temperatura va a descender y
después lloverá.
Casi una sentencia que se
cumplirá más temprano que tarde.
Por eso esperamos en vano que la
temperatura bajara y como nadie creyó que ocurriría, suspendimos la excusión de
pesca, la semana pasada.
Los 47 de sensación térmica nos
dieron la razón.
Para este fin de semana
descendería la temperatura y llovería a más tardar el miércoles.
No ocurrió. La tormenta anunciada
pasó leve y ligera, con una lluvia corta pero se cumplió el anunciado descenso
del calor.
Los pronósticos daban que el
sábado sería un día lindo.
Así simplemente dicho, proponía
una buena jornada para la pesca.
Salimos de la amarra en Carupá y
pusimos rumbo al Río de la
Plata.
- ¿Te parece que vayamos igual? Hay informes de viento sudeste
rotando al este después del medio día.
Velocidad en nudos, bla,bla, bla.
- Si. Va estar bien.
- Bueno. Llevo la buena onda.
El sudeste había soplado muy
fuerte y el río estaba exageradamente crecido.
El viento soplaba
permanentemente. Es cierto que no era fuerte, pero la lancha se movía, no se
acomodaba y las líneas de dorado cambiaban el rumbo al ritmo de la corriente,
siempre cambiante.
Una cagada.
Inmensos camalotes y juncos a la
deriva, mostraban la fuerza del río y lo inevitable: su marea.
Cuando sube, la “basura” entra.
Cuando baja, la “basura” sale.
El fracaso de la pesca estaba
garantizado.
En verano en el río, aguas
afuera, los dorados aparecen con poca agua, en bajante, con viento de cualquier
cuadrante, menos del sudeste.
La lancha es una prisión
obligadamente compartida.
No te podés bajar y con
frecuencia no elegís a tus compañeros.
Conocés al navegante, a los
marineros casi nunca.
Los ensayos se continúan con cada
intento. Cambiar la carnada, la línea, el anzuelo, la plomada.
Hubiera sido mejor cambiar el
día.
Después de un rato largo de
fracasos, comentadas las desdichas y los aciertos de otras jornadas, ya no hay
nada más que decir.
La pesca se transforma en una
sesión de psicología de grupo.
Lo primero es lo primero:
comentarios procaces, insinuaciones de homosexualidad reprimida, reproches
chistosos que no tienen nada de gracioso y mientras tanto, quiero pescar aunque
sea un bagre.
Cuando voy a pescar hay dos
reglas que cumplo: no como y no converso. Por supuesto, tampoco bebo alcohol.
Al rato comienza el desfile de
las latas de cerveza.
La heladerita tiene una provisión
inagotable y asoma una botella de Fernet.
Yo tengo una botella de agua
saborizada y una coca zero. 1200 cc sin alcohol.
Lo siguiente es la diferenciación
en el grupo.
Están los que siguen con
comentarios homo. Ni siquiera lo son, pero ¿se divierten? uno tocándole el culo
al otro y prometiendo una noche que compense el fracaso de la pesca.
El otro grupo cuenta hazañas en
puteríos de Flores. Anécdotas incomprobables, inconfesables en otros ambientes,
lujurias pagadas a buen precio, macanas gigantes.
De la pesca al sexo relatado, hay
una línea recta y corta.
No hay pique, el viento jode, la
lancha se mueve ¿de qué vamos a hablar?
Por ahora de coger.
Los grupos no se interesan entre
si. Mantienen sus fronteras, aunque alguno imita una risa con el cuento de los
otros.
Corre la cerveza.
Entre tanta excitación relatada,
el pique de algún patí, desconcentra la tertulia.
Falsa alarma.
Seguimos con el relato de coger a
bordo.
Ya después del medio día, las
esperanzas de pescar están liquidadas.
El viento no cumplió con el SMN y
hace lo que quiere.
La lancha lo acompaña. Hay
demasiada agua. Parece una tontería quejarse de la cantidad de agua en el medio
del Río, pero la crecida fue grande.
El sudeste “mete” agua con todo,
inundando las islas, los bancos y las pequeñas islas frente a Oyarbide
desaparecen.
La pesca ya fracasó pero nadie
quiere decirlo.
Tras el almuerzo, el descanso
sexual.
Ahora viene la política.
Si hay algo que está tácitamente
prohibido entre pescadores, es hablar de política arriba de la lancha.
Y si hay alguna ley que no se
cumple, es esta.
Las quejas arrecian.
- Por que si vos ves una serie
yankee…nunca falta la bandera de los EEUU.
- Por que en este país, no hay
patriotismo
- Por que si hubieran matado a
algún político como a Kennedy, Luther Kin…se cuidarían de no hacer cagadas.
- No hay precio para el dólar.
- No hay precios para los
repuestos (de la lancha, por supuesto)
- A pescar va a venir el que
tenga guita (como hasta ahora)
Cuando el agotamiento del tema se
alcanza, se vuelve a la cerveza.
Ya es tarde y hay que regresar.
Una repasada por el sexo, alguna
macana contada por enésima vez y ahora solo queda sacarle el cuero a un
ausente.
Misión cumplida.
Hemos terminado.
Regresamos.
Otra vez el SMN me arruinó la
pesca.
La culpa, bueno, siempre la tiene
alguien.
La puta madre no pescamos un
sorete.
La próxima vez, la próxima…
vez…..la próxima…
Regresamos a Carupá.
Hay un chiste entre pescadores, repetido,
pero gracioso.
Un tipo le dice a otro en la
lancha: ¿tu mujer te dejó venir a pescar? Si, pero tuve que arreglar primero la
pérdida de agua en la cocina.
El otro le dice ¿y a vos? Si,
pero me hizo arreglar el inodoro del baño.
¿Y vos?
Yo puse el despertador a las 4 de
la mañana.
Sonó.
Me desperté y le dije: ¿tenemos
sexo o me voy a pescar?
¿Y qué te dijo?
Abrigate.
Luis Trombetta
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