lunes, 24 de diciembre de 2012

Infancia clandestina


Después de la charla con un amigo, decidí ver la película.
Tras su estreno, por distintas fuentes supe que era una película conmovedora.
Después de verla, lo confirmé.
Desde el principio y durante casi toda la película estuve muy intranquilo.
Aunque no sabía el argumento, presentía que la historia no podía terminar más que con la muerte de sus protagonistas
Al menos, esa era la verdad histórica de los militantes de la contraofensiva montonera.
Cinematográficamente me pareció un poco lenta. 
Bien logrado el agregado de imágenes gráficas que reemplazan las escenas de muerte. Aminoran el dolor.
En mi opinión, la vida de los montoneros que regresaron en la contraofensiva fue una vida irreal. Volvieron para emprender el camino de la muerte. Tenían la derrota asegurada. Se los dice en la película el personaje de la abuela (Cristina Vanegas), que comprende la realidad que ninguno de los tres protagonistas pueden ver.
En la película están en peligro desde el comienzo, desde que ingresan al país.
Pero en realidad ya estaban derrotados desde hacía tiempo.
Militarmente estaban acabados y políticamente habían fracasado.
Las reuniones con los militantes, el militarismo, las consignas gritadas en una habitación, la exhibición de armas, caracterizan el fracaso político.
La película lo muestra crudamente aunque desconozco la intención del director.
En esta historia no hay heroísmo. Hay fracaso.
La inseguridad de los militantes también expresa la debilidad política: casas que se creen seguras y citas podridas.
¿No sospechaban que estaban infiltrados? 
La “contraofensiva” fue una masacre.
El pibe es un extraño que se debe insertar con una historia difícil de sostener.
Tiene acento cubano, no sabe historia argentina. Repite frases que le dictan.
El chico lleva la vida en dos planos. Con su padre aparece la disciplina política, militante.
Con el tío se encuentra con su edad, su tiempo real, y en el encuentro con su compañera de colegio todo se derrumba.
Se desordena el plan. La clandestinidad que se le exige a un chico, es insostenible.
Ese también es parte del error político de sus padres militantes, que pretenden que el pibe asuma una realidad que es imposible que haga propia.
En la argentina de la dictadura videlista, con el terror de las desapariciones y los campos de concentración, no hubo contraofensiva montonera.
El foquismo peronista estaba acabado.
No hubo una guerra, hubo una cacería.
La película me incomoda.
Me recuerda la época y la vida de aquellos días.
Ambos padres y el tío confirman mi mal presagio inicial.
El personaje de Natalia Oreiro me parece desaprovechado.
Ella se pone muy dura con su madre, es afectuosa con sus hijos. Tiene un guión acotado.
Por último combate y se enfrenta a su destino: la derrota.
No hay referencia política. No hay discusión ideológica. Sólo hechos consumados.
El contenido político es el militarismo y un sacrificio humano tan innecesario como ideológicamente equivocado.
La película narra una época dolorosa.
Los recuerdos regresan y perturban el presente.
No puedo dejar de pensar en los miles de jóvenes que siguieron la ruta del nacionalismo burgués encarnado en el peronismo de los setenta, en las ilusiones en el socialismo nacional, en el hospital de niños en el Sheraton Hotel…y en el fracaso rotundo de los montoneros en dirigir a la juventud de aquellos días hacia la victoria política.
El peronismo con Perón y tras su muerte, pretendieron formar una barrera de contención para las masas que desde el Cordobazo, vivaban un gobierno obrero y popular.
La juventud quedó atrapada en un callejón sin salida.
Delimitarse y romper con el peronismo era su única salida.
La Tendencia Revolucionaria del peronismo (JP y Montoneros) siguió atada a Perón.
El final, todos lo sabemos.

Luis Trombetta

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