El 20 de marzo o apenas un poco después de la
fecha del inicio de la cuarentena, escribí esta nota en una conversación de las
tantas que se mantienen en el Face.
Decía lo siguiente:
A veces es mejor no opinar.
Hasta dudo en hacerlo.
Me arriesgo.
Hasta dudo en hacerlo.
Me arriesgo.
En primer lugar, los que reclaman un sistema único de salud, deberían estudiar un poco más, conocer mejor la constitución del sistema sanitario argentino.
Les advierto: cuesta años examinarlo. Ni hablar de dar respuestas.
Pero como es parte del debate, quiero adelantarles que los tres sub sectores
originales, hoy se entrelazan y sus límites se han hecho difusos.
Muchos trabajadores públicos, tienen como obra social a Medicus. Ejemplo: los legisladores porteños.
Muchos trabajadores públicos, tienen como obra social a Medicus. Ejemplo: los legisladores porteños.
Luego, la desregulación de las obras sociales, borró los límites y tenemos
obras sociales de la seguridad social, que tienen planes pre pagos. Unión Personal
con Accord Salud por ejemplo.
Y además, tenemos institutos provinciales, nacionales, en un país federal.
Y además, tenemos institutos provinciales, nacionales, en un país federal.
Para no ir tan lejos, Swiss Medical atiende las dos opciones.
Poner bajo control obrero el sistema de salud nacional, implica un cambio
social que por ahora no está en la agenda de la clase obrera.
Sería tal vez posible, en el curso de una revolución, que tendría que afrontar además, la construcción de un aparato gubernamental que se hiciera cargo de la fragmentación del sistema.
Mejor, hoy, bajar a la tierra.
Sería tal vez posible, en el curso de una revolución, que tendría que afrontar además, la construcción de un aparato gubernamental que se hiciera cargo de la fragmentación del sistema.
Mejor, hoy, bajar a la tierra.
Coronavirus: no hay medidas de bioseguridad para aplicar en fábricas, talleres,
etc, que impidan la expansión del virus, como si fuera aplicar zapatos de
seguridad, casco, pisos antideslizantes, etc
El que pide esas medidas, es un ignorante.
Si estamos hablando de contagio interpersonal por vía respiratoria, lo único posible es aislar el afectado.
Pero resulta que el afectado no es un trabajador de una sección, al que le damos una licencia.
Es la comunidad.
Hay ejemplos.
El que pide esas medidas, es un ignorante.
Si estamos hablando de contagio interpersonal por vía respiratoria, lo único posible es aislar el afectado.
Pero resulta que el afectado no es un trabajador de una sección, al que le damos una licencia.
Es la comunidad.
Hay ejemplos.
Entonces llegamos al aislamiento.
Es una medida antipática.
Difícil de controlar.
El mayor problema es que el virus no obedece a ninguna línea política.
Debe ser ateo, además!
Ni comparar con estado de sitio!
Es una medida antipática.
Difícil de controlar.
El mayor problema es que el virus no obedece a ninguna línea política.
Debe ser ateo, además!
Ni comparar con estado de sitio!
Se nota que muchos ni saben lo que es la pérdida de las libertades
individuales, y tocan de oído.
Estar perseguido, estar oculto, estar con miedo y con estado de sitio, es otra cosa.
No hay que decir macanas.
Los que dicen que faltan respiradores dicen tonterías.
Todavía no tenemos los enfermos ni sabemos si esta cuarentena puede reducir los casos.
Se llama política de reducción de daños.
Estar perseguido, estar oculto, estar con miedo y con estado de sitio, es otra cosa.
No hay que decir macanas.
Los que dicen que faltan respiradores dicen tonterías.
Todavía no tenemos los enfermos ni sabemos si esta cuarentena puede reducir los casos.
Se llama política de reducción de daños.
La izquierda revolucionaria debería tener una posición general sobre la salud.
Una tesis general.
El Partido Obrero no la tiene.
Posee un decálogo de posiciones coyunturales, muy gremiales, reivindicativas, nada más.
El resto, ni eso.
Las consignas deben servir para organizar.
De lo contrario, son anuncios de ocasión.
Y además, sin adherentes.
Una tesis general.
El Partido Obrero no la tiene.
Posee un decálogo de posiciones coyunturales, muy gremiales, reivindicativas, nada más.
El resto, ni eso.
Las consignas deben servir para organizar.
De lo contrario, son anuncios de ocasión.
Y además, sin adherentes.
Pasados 53 días de la cuarentena, la curva de
crecimiento de los casos de COVID19, se desarrolla muchísimo mejor que en los países
vecinos, que en Europa central, que en los EEUU, así como el número de casos de
fallecimiento, nos coloca muy por debajo de las cifras de Brasil y Chile, sólo
por dar un ejemplo.
Si bien la expansión de la pandemia no está
controlada, en Argentina se observa un escenario que dista de las proyecciones
apocalípticas que tomaron como ejemplo el desastre en Italia, España y ahora en
los EEUU.
¿Significa que el coronavirus no penetró en
nuestro territorio?
No. La distribución de casos confirmados ubica el
mayor número de enfermos en la CABA y en el AMBA (Area Metropolitana Buenos Aires).
Es un resultado esperable, ya que las
posibilidades de contagio aumentan de acuerdo a la densidad poblacional.
En pocas palabras: el distanciamiento social
limita el contagio.
Para los que criticaron la cuarentena obligatoria,
los resultados obtenidos los obliga a repensar sus argumentos.
Los que hablaron de estado de sitio, necesitan un
tratamiento especial.
Allá ellos.
El problema inicial, se planteó en términos de
salud y evitación de muertes o preservación de la economía.
Como si la economía no fuera una parte esencial de
la salud, la falsa dicotomía alentó la rivalidad.
Para peor, los que creyeron que el problema se
solucionaba con la unificación del sistema de salud, como si no estuviera
unificado bajo las condiciones de la organización capitalista del estado, encontraron
que inicialmente, la carga mayor de afectados en la CABA por ejemplo, fueron
asistidos en el sistema “privado”.
Pero resulta que al sistema privado de medicina
prepaga, que consiste en un seguro de pago anticipado por la atención de la
salud, acudieron trabajadores registrados que optaron por la desregulación de
las obras sociales (a favor del negocio compartido entre la seguridad social y
las empresas privadas), demoliendo la falsa segmentación del negocio
capitalista de la salud, que tanto ha dado tema a la intelectualidad, al
sanitarismo y sorpresa, tanto a la izquierda como al liberalismo nativo.
El problema ha sido planteado en términos de
Estado versus privados, como si el Estado fuera una salvaguarda del interés social
de los trabajadores en general.
Basta con ver sentados en todas las oportunidades
que tuvieron, al Presidente, al Jefe de Gobierno porteño y al Gobernador de la provincia
de mayor concentración de población del país, compartiendo las mismas opiniones
sobre salud, economía y cuarentena!
Podríamos decir que los une el espanto, pero la realidad
es que los unifica el mismo carácter social de la clase que representan, aún
con diferencias, que en la práctica terminan borrándose.
Es decir: se adaptan a las necesidades del orden
capitalista.
Todos ceden a las pretensiones de los bancos, de
los mayoristas y comerciantes y saltean la situación real de nuestra sociedad,
definida por la pobreza y la marginalidad, socias inseparables de las
enfermedades.
Los peronistas se olvidaron de Carrillo y ni
sabían que Virchow en el siglo XIX adelantaba que la ciencia y la medicina
científica no debían ser separadas de la realidad sociopolítica.
Tampoco se enteraron de Engels en La Condición de
la Clase Obrera en Inglaterra.
Dijo Virchow: “La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina
en una escala más amplia” (“Die Medizin ist eine soziale
Wissenschaft, und die Politik ist nichts weiter als Medizin im Großen“).
Volviendo al asunto, es
obvio que la disminución del flujo de dinero, el cierre del comercio minorista,
el aumento de precios y la desocupación, quebraron la economía de la clase
trabajadora, de los sectores que se auto perciben como medios, y de la pequeña
burguesía urbana, comerciantes y profesionales independientes (también auto percibidos
como profesiones liberales, la gran mayoría ¡asalariados!).
En esta etapa de la
pandemia, abiertos algunos límites de la cuarentena, todos ponen el ojo en las
zonas más pobres dela CABA y conurbano bonaerense.
Saben que donde faltan
viviendas, cloacas y agua corriente, la progresión de los contagios es una
realidad insoslayable.
Apuntan a
individualizar a los enfermos sintomáticos, a los contactos “estrechos”, a los
enfermos asintomáticos y establecer un mapa de riesgo.
Ese es el sentido de la
flexibilización de la cuarentena: una maniobra para abrir el mercado y bloquear
los contagios.
Pero el problema de
fondo es el orden social que sustenta la situación de riesgo.
Si persisten las
condiciones sociales, si el orden social condena a los que habitan los
conglomerados urbanos que alojan la pobreza, el pronóstico es desfavorable.
Desde siempre, el
cambio del orden social, está a la orden del día.
La subjetividad de la masa
trabajadora no lo percibe.
Esa sigue siendo como
siempre, la clave del problema.
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