domingo, 10 de mayo de 2020

Pandemia, política y subjetividad


El 20 de marzo o apenas un poco después de la fecha del inicio de la cuarentena, escribí esta nota en una conversación de las tantas que se mantienen en el Face.
Decía lo siguiente:

A veces es mejor no opinar.
Hasta dudo en hacerlo.
Me arriesgo.

En primer lugar, los que reclaman un sistema único de salud, deberían estudiar un poco más, conocer mejor la constitución del sistema sanitario argentino.
Les advierto: cuesta años examinarlo. Ni hablar de dar respuestas.

Pero como es parte del debate, quiero adelantarles que los tres sub sectores originales, hoy se entrelazan y sus límites se han hecho difusos.
Muchos trabajadores públicos, tienen como obra social a Medicus. Ejemplo: los legisladores porteños.

Luego, la desregulación de las obras sociales, borró los límites y tenemos obras sociales de la seguridad social, que tienen planes pre pagos. Unión Personal con Accord Salud por ejemplo.
Y además, tenemos institutos provinciales, nacionales, en un país federal.

Para no ir tan lejos, Swiss Medical atiende las dos opciones.

Poner bajo control obrero el sistema de salud nacional, implica un cambio social que por ahora no está en la agenda de la clase obrera.
Sería tal vez posible, en el curso de una revolución, que tendría que afrontar además, la construcción de un aparato gubernamental que se hiciera cargo de la fragmentación del sistema.
Mejor, hoy, bajar a la tierra.

Coronavirus: no hay medidas de bioseguridad para aplicar en fábricas, talleres, etc, que impidan la expansión del virus, como si fuera aplicar zapatos de seguridad, casco, pisos antideslizantes, etc
El que pide esas medidas, es un ignorante.
Si estamos hablando de contagio interpersonal por vía respiratoria, lo único posible es aislar el afectado.
Pero resulta que el afectado no es un trabajador de una sección, al que le damos una licencia.
Es la comunidad.
Hay ejemplos.

Entonces llegamos al aislamiento.
Es una medida antipática.
Difícil de controlar.
El mayor problema es que el virus no obedece a ninguna línea política.
Debe ser ateo, además!
Ni comparar con estado de sitio!

Se nota que muchos ni saben lo que es la pérdida de las libertades individuales, y tocan de oído.
Estar perseguido, estar oculto, estar con miedo y con estado de sitio, es otra cosa.
No hay que decir macanas.
Los que dicen que faltan respiradores dicen tonterías.
Todavía no tenemos los enfermos ni sabemos si esta cuarentena puede reducir los casos.
Se llama política de reducción de daños.

La izquierda revolucionaria debería tener una posición general sobre la salud.
Una tesis general.
El Partido Obrero no la tiene.
Posee un decálogo de posiciones coyunturales, muy gremiales, reivindicativas, nada más.
El resto, ni eso.
Las consignas deben servir para organizar.
De lo contrario, son anuncios de ocasión.
Y además, sin adherentes.

Pasados 53 días de la cuarentena, la curva de crecimiento de los casos de COVID19, se desarrolla muchísimo mejor que en los países vecinos, que en Europa central, que en los EEUU, así como el número de casos de fallecimiento, nos coloca muy por debajo de las cifras de Brasil y Chile, sólo por dar un ejemplo.

Si bien la expansión de la pandemia no está controlada, en Argentina se observa un escenario que dista de las proyecciones apocalípticas que tomaron como ejemplo el desastre en Italia, España y ahora en los EEUU.

¿Significa que el coronavirus no penetró en nuestro territorio?
No. La distribución de casos confirmados ubica el mayor número de enfermos en la CABA y en el AMBA (Area Metropolitana Buenos Aires).

Es un resultado esperable, ya que las posibilidades de contagio aumentan de acuerdo a la densidad poblacional.
En pocas palabras: el distanciamiento social limita el contagio.

Para los que criticaron la cuarentena obligatoria, los resultados obtenidos los obliga a repensar sus argumentos.
Los que hablaron de estado de sitio, necesitan un tratamiento especial.
Allá ellos.

El problema inicial, se planteó en términos de salud y evitación de muertes o preservación de la economía.
Como si la economía no fuera una parte esencial de la salud, la falsa dicotomía alentó la rivalidad.

Para peor, los que creyeron que el problema se solucionaba con la unificación del sistema de salud, como si no estuviera unificado bajo las condiciones de la organización capitalista del estado, encontraron que inicialmente, la carga mayor de afectados en la CABA por ejemplo, fueron asistidos en el sistema “privado”.

Pero resulta que al sistema privado de medicina prepaga, que consiste en un seguro de pago anticipado por la atención de la salud, acudieron trabajadores registrados que optaron por la desregulación de las obras sociales (a favor del negocio compartido entre la seguridad social y las empresas privadas), demoliendo la falsa segmentación del negocio capitalista de la salud, que tanto ha dado tema a la intelectualidad, al sanitarismo y sorpresa, tanto a la izquierda como al liberalismo nativo.

El problema ha sido planteado en términos de Estado versus privados, como si el Estado fuera una salvaguarda del interés social de los trabajadores en general.

Basta con ver sentados en todas las oportunidades que tuvieron, al Presidente, al Jefe de Gobierno porteño y al Gobernador de la provincia de mayor concentración de población del país, compartiendo las mismas opiniones sobre salud, economía y cuarentena!

Podríamos decir que los une el espanto, pero la realidad es que los unifica el mismo carácter social de la clase que representan, aún con diferencias, que en la práctica terminan borrándose.
Es decir: se adaptan a las necesidades del orden capitalista.

Todos ceden a las pretensiones de los bancos, de los mayoristas y comerciantes y saltean la situación real de nuestra sociedad, definida por la pobreza y la marginalidad, socias inseparables de las enfermedades.

Los peronistas se olvidaron de Carrillo y ni sabían que Virchow en el siglo XIX adelantaba que la ciencia y la medicina científica no debían ser separadas de la realidad sociopolítica.

Tampoco se enteraron de Engels en La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra.

Dijo Virchow: “La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina en una escala más amplia” (“Die Medizin ist eine soziale Wissenschaft, und die Politik ist nichts weiter als Medizin im Großen“).

Volviendo al asunto, es obvio que la disminución del flujo de dinero, el cierre del comercio minorista, el aumento de precios y la desocupación, quebraron la economía de la clase trabajadora, de los sectores que se auto perciben como medios, y de la pequeña burguesía urbana, comerciantes y profesionales independientes (también auto percibidos como profesiones liberales, la gran mayoría ¡asalariados!).

En esta etapa de la pandemia, abiertos algunos límites de la cuarentena, todos ponen el ojo en las zonas más pobres dela CABA y conurbano bonaerense.

Saben que donde faltan viviendas, cloacas y agua corriente, la progresión de los contagios es una realidad insoslayable.

Apuntan a individualizar a los enfermos sintomáticos, a los contactos “estrechos”, a los enfermos asintomáticos y establecer un mapa de riesgo.

Ese es el sentido de la flexibilización de la cuarentena: una maniobra para abrir el mercado y bloquear los contagios.

Pero el problema de fondo es el orden social que sustenta la situación de riesgo.

Si persisten las condiciones sociales, si el orden social condena a los que habitan los conglomerados urbanos que alojan la pobreza, el pronóstico es desfavorable.

Desde siempre, el cambio del orden social, está a la orden del día.
La subjetividad de la masa trabajadora no lo percibe.
Esa sigue siendo como siempre, la clave del problema.

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