Un nuevo fracaso: los
objetivos del milenio
por Luis Trombetta
para Tribuna de Salud
El final del siglo XX marcó
el fracaso de la política sanitaria diseñada a nivel planetario.
El Nuevo Orden
Económico Internacional, al que adhirieron el conjunto de naciones que
suscribieron la Declaración de Alma Ata en 1978, impuso las reglas
de la economía mundial, pero el objetivo sanitario fue incumplido.
No hubo “salud para
todos” en el año 2000 y muy por el contrario, las enfermedades que se creían
superadas, regresaron desafiando los supuestos teóricos elaborados por las
organizaciones de salud internacional, funcionales a los intereses del capital.
El cólera en
Latinoamérica, el dengue y la fiebre amarilla, el paludismo en el África negra,
la tuberculosis y el sida, las fiebres hemorrágicas, desmintieron a la
intelectualidad y a los funcionarios de salud, que pronosticaron el fin de las
enfermedades transmisibles.
La economía
internacional, las recomendaciones del Banco Mundial y de la organización
Mundial del Comercio marcaron la orientación del gasto en salud.
El siglo XXI no deparó
mejor suerte a los trabajadores, jubilados y desocupados.
Un nuevo paradigma orientó
el mercado de la salud: los objetivos del milenio.
El nuevo plan de
alcance mundial proponía erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la
enseñanza primaria universal; promover la igualdad de género y el
empoderamiento de la mujer; reducir la mortalidad de los niños menores de 5
años; mejorar la salud materna; combatir el sida, el paludismo y otras enfermedades;
garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una alianza mundial
para el desarrollo.
Una vez más, la crisis
capitalista internacional derrumbó el programa sanitario.
De los ocho objetivos
establecidos como metas para el 2015, solo tres serían alcanzados, según el
informe de la ONU publicado en 2012.
Dijo el informe de la ONU: La desigualdad está afectando
negativamente a las ganancias y ralentizando los avances en áreas clave. Los
logros se han distribuido de forma desigual entre las regiones y países. Más
aún, para algunos ODM los avances se han ralentizado luego de las múltiples
crisis del período 2008-2009.
La crisis financiera dejaba
en evidencia que el empleo precario persistía, la mortalidad materna estaba lejos
de la meta, las fuentes de agua segura seguían deficitarias en áreas rurales,
el hambre, el hacinamiento, la desigualdad de género y la discriminación azotaban
a las poblaciones más pobres.
Pruebas contundentes de
la incapacidad del capitalismo para superar los límites que impuso la crisis económica
mundial.
En la Ciudad de Buenos Aires, la
reducción del gasto en salud y la transferencia al sector privado dio lugar a la
contratación de empresas privadas para la atención de servicios de
mantenimiento, alimentación, lavandería, vigilancia, reduciendo el personal del
estado y favoreciendo al capital privado.
La política pública de
medicamentos no afectó a las empresas farmacéuticas que reconstruyeron las
ganancias fuertemente comprometidas a partir de la crisis del 2001.
El incremento en los precios
de los medicamentos siguió su escalada ascendente. Los jubilados comprometen la
mayor parte de su escaso salario en la compra de medicamentos.
Los tres sectores que
históricamente formaron la estructura de la salud en el país - el sector
público, la seguridad social y la medicina privada- han transmutado en un
negocio que combina la tercerización de servicios del estado y la transferencia
de recursos al sector privado.
Las obras sociales
sindicales ahora comparten con la medicina privada la venta de servicios a sus
propios trabajadores y en muchos casos la obra social sindical encabeza una
empresa de medicina prepaga.
En definitiva, los
capitalistas de la industria farmacéutica, de las instituciones de salud
pública y privada, y la industria de la tecnología diagnóstica entre otras, han
orientado sus planes a la obtención de superganancias, en un mercado
internacional que se ha reconcentrado.
Ni la salud para todos
en el año 2000 ni los incumplidos objetivos del milenio han resuelto los
problemas sanitarios de la población y especialmente de los más pobres.
La solución no
provendrá de nuevas reformulaciones de los fracasados planes impulsados por la
burguesía.
Ni la “salud
comunitaria”, ni la “salud ambiental”, ni ninguna variante de la estrategia de
atención primaria, pueden resolver los problemas sanitarios sin afectar
la estructura capitalista del negocio de la salud.
El 2015 llega a su fin
con nuevos desastres humanitarios. Millones de migrantes escapan de la
barbarie: la guerra civil en Siria, la miseria social en áfrica, sobrevivientes
de las barcazas que se hunden llenas de refugiados frente a las costas
italianas, la crisis griega, la franja de Gaza convertida en un campo de
concentración a cielo abierto.
La contaminación
ambiental, la salud individual y colectiva, el acceso a la vivienda, el
aprovisionamiento de agua segura, el acceso gratuito a los servicios de salud y
a los medicamentos, la planificación familiar, el aborto seguro, la salud
materno infantil, la vejez, solo se podrán resolver en el marco de una profunda
movilización social, el reordenamiento de la sociedad sobre nuevas relaciones
sociales, el gobierno obrero y el socialismo.