El gobierno
nacional ha anunciado un nuevo plan de transferencia de ingresos para jóvenes
“que no estudian ni trabajan”, que consiste en una asignación de $600 mensuales
con el objeto de promover la continuidad de los estudios. El anuncio con bombos
y platillos, fue no sólo una decepción para los jóvenes y quienes trabajamos
con ellos, sino, lamentablemente, una pretendida cortina de humo para contener
el descontento que generaría, 12 horas más tarde, la mayor devaluación del peso
desde 2002.
La miseria de
la política social
El nuevo plan, que está destinado al
sector más precarizado de los jóvenes trabajadores, adolece, en primer lugar, de
la misma limitación que su antecesora la
AUH : el monto de asignación mensual de 600 pesos no cubre ni
las necesidades más básicas. Incluso la mentirosa canasta básica del INDEC
ascendía a $577 por persona en diciembre, antes del último aumento de precios,
mientras que algunos sindicatos la estiman entre $8.500 y $9.500. De todas
formas, este nuevo plan no modifica las oportunidades con que cuentan los
jóvenes, dado que ya existe, desde hace 5 años, otro plan, el “Jóvenes por más
y mejor trabajo”, destinado a la misma población y con similares
características.
Pero lo más grave es que el proceso
devaluatorio diluirá más temprano que tarde el escaso poder de compra de este
beneficio. Sin ir más lejos, su valor en dólares descensió de u$s 84 al momento
de su anuncio, a u$s 75 al día siguiente. Para quien debe aportar un
ingreso al hogar, este subsidio no representa oportunidad de progreso alguna.
Pero además, esta fuerte devaluación indica que el gobierno ha encarado màs
decididamente el camino del ajuste, por lo que esta situaciòn sòlo podrá
empreorar.
Por otro lado, se anunció que todos los
jóvenes con hijos pequeños accederán a jardines maternales a través del
Ministerio de Desarrollo Social de la
Nación para permitir la concurrencia a clases, lo cual sería
sin dudas deseable, aunque muy poco probable si consideramos que el MDS no
provee de vacantes siquiera a los hijos de sus propios empleados. El movimiento
estudiantil y docente reclama desde hace tiempo jardines maternales carcanos a
las escuelas para facilitar el estudio y el trabajo, reclamo que hasta el
momento no ha tenido eco en el Ministerio de Educación.
Nos permitimos, entonces, al menos
desconfiar de la eficacia que pudiera tener un plan de estas características en
la reinserción educativa y el cuidado de la salud. Como antecedente, puede
consultarse el estudio de impacto de la
AUH de la UBA ,
apoyado por el propio Ministerio de Educación, que indica que, a noviembre de
2011, el 82% de las escuelas primarias y el 71% de las secundarias no registraban
que ningún niño hubiera reingresado a la escuela luego de haberla abandonado,
por percibir la asignación. La educación y la salud son un derecho, así como lo
son la alimentación, la vivienda y el vestido: convertir a uno en requisito
para el ejercicio de otro es un vil mecanismo de culpabilización de la pobreza.
Para ejercer derechos se requieren servicios de calidad y oportunidades reales,
de ninguna manera requisitos.
Confesión de
una década perdida para la juventud trabajadora
El anuncio resultó una verdadera
confesión: a más de 10 años de gestión K, a pesar de la "profundización
del modelo" y de los planes implementados, hay 1.550.0000 jóvenes que no
estudian ni trabajan, o si lo hacen se les paga en negro, y en cuyas familias
nadie supera un sueldo de 3600 pesos. La recuperación económica se montó sobre
el “modelo” del trabajo precario y no registrado, y hoy tenemos estos
resultados mientras los empresarios “se la llevaron en pala”, según palabras de
la misma presidenta.
La novedad de que esta vez el dinero no
provendrá de la ANSES
admite lo que muchos denunciamos a lo largo de estos años respecto de la AUH : una reasignación de
fondos de un sector de trabajadores (jubilados) a otro sector de trabajadores
(desocupados o jóvenes) no es y nunca fue una medida de redistribución de la
riqueza.
No es un
problema cultural
Anticipándose a las críticas, el gobierno
ensayó una explicación que lo exime de responsabilidades ante el 18,2% de
desocupación: estos jóvenes serían los hijos del neoliberalismo, a quien nadie
inculcó la “cultura del trabajo”. Pero además de la inconsistencia de tal
afirmación con el calendario, resulta impensable que un problema de tal
magnitud se explique a partir de una variable cultural, cuando durante toda
esta década han sido los jóvenes y los desocupados en general quienes han
encabezado la lucha por trabajo genuino, contra el trabajo en negro y mal pago.
La juventud es uno de los sectores más desprotegidos
por este modelo económico, que precarizó su educación, su salud y su trabajo a
través del deterioro de la escuela y la salud públicas, las pasantías, la
tercerización y la tolerancia oficial hacia los empresarios negreros y la
burocracia sindical devenida empresaria ella misma haciendo negocios con el
propio Estado.
Los trabajadores sociales, nosotros
mismos, debemos atravesar luego de recibirnos, las más diversas y precarias
formas de contratación, con sueldos de la mitad de los de planta permanente,
para acceder a trabajar en el Estado, ante la inexistencia de concursos
públicos para ocupar los puestos de trabajo.
A pesar de ellos, la juventud es también
el sector que más ha avanzado en la lucha por sus condiciones de vida, de
estudio y de trabajo: los jóvenes que recuperaron la FUBA y gran cantidad de
comisiones internas en los sindicatos son los hijos de la rebelión del 2001.
Entre los trabajadores sociales, la composición de la lista que recuperó el
Consejo Profesional de la C.A .B.A.
demuestra esta tendencia.
Con devaluación no se progresa
Si fuera intención del Estado “hacer todo
lo posible para apoyar a los jóvenes”, el camino es claro, y opuesto al del
ajuste en marcha:
Por
infraestructura para la escuela pública, apertura de nuevos establecimientos y
becas para los estudiantes
Derogación de la Ley de Educación Nacional y la Ley de Eduación Superior que
devaluan los contenidos de la escuela y la universidad
Basta de
trabajo en negro, todos los trabajadores bajo convenio, con acceso a días de
estudio por examen y todos los derechos conquistados
Ningún despido:
reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, para crear más puestos
laborales.
Salario igual a
la canasta familiar para todos los trabajadores, los jóvenes y sus padres, con
indexación automática por inflación
No hay comentarios.:
Publicar un comentario