miércoles, 1 de febrero de 2012

Violencia en el Hospital Muñiz

Según denuncias de distintas fuentes, de madrugada, el 21 de enero un grupo de personas ingresó a la guardia del Muñiz, trayendo un individuo muerto. Minutos después, un grupo de personas ingresan para ver al fallecido; la barra ingresada, ostentando su violencia, arroja sus armas blancas frente a la entrada de la guardia.
Posteriormente llaman a la policía y el asunto termina ahí.
Inclusive una ambulancia del SAME fue agredida cuando ingresaba a la guardia.
El caso tuvo repercusión en las cercanías del barrio.
La fuente de información señala que personal de la Comisaría 28ª confirmó la veracidad de lo sucedido.
Hasta aquí un brevísimo relato de una historia reciente, oculta, o por lo menos de escasa publicidad y sin duda, sin repercusión periodística.
Una historia de violencia que ni es la primera ni fue la última.
Hoy, brutalmente agredida, una compañera de trabajo fue la última víctima.
Responder cómo y por qué suceden estas barbaridades resulta complejo.
La descomposición social antecede a la descomposición de los regímenes sociales. Tal vez esta sea una muestra, una señal anticipada de la decadencia inminente, mejor dicho, del agotamiento de un sistema que no da más que violencia social, individual, sin ninguna salida.
Pero responder por qué el cuerpo social, su conciencia, en esencia los individuos que lo forman no responden ante la barbarie, merece un análisis particular, distinto.
El cuerpo social se forma con todos nosotros, primero defendiendo la existencia y luego, adquiriendo la conciencia.
Parece que necesitamos reconstruir la existencia, porque ante la agresión, ante la brutalidad, ante el mismo peligro de la pérdida de la integridad, el “cuerpo” social no responde.
Y no es por falta de reflejos.
Es la consecuencia de la destrucción de la conciencia, de la acción dirigida a liquidar cualquier respuesta que cuestione la estructura de intereses dominante.
¡Pero para adormecer la conciencia tuvieron que trabajar arduamente!
Tuvieron que infligir retrocesos en las condiciones de trabajo, en las condiciones sociales, en las laborales y salariales. Y así se llega, por ese camino, a poner en peligro la integridad, la existencia.
Desde allí partimos ahora.
Tenemos que organizar la respuesta para defender la integridad del cuerpo social y de los individuos que lo formamos.
Para llegar a elevar la conciencia de todos, tenemos que luchar por la existencia.
Obviamente, necesitamos un programa que reúna los reclamos de todos los sectores, y una dirección que nos represente.
Salarios, condiciones de trabajo, seguridad laboral, representantes sindicales elegidos en asambleas y a mano alzada, revocables y con mandatos de las bases.
Esa es la tarea que tenemos por delante: la construcción de una nueva dirección, que entre los trabajadores será una nueva dirección sindical.
Defender la existencia, avanzar en la conciencia, organizarse.
Barajar y dar de nuevo.
Este es nuestro presente.

Luis Trombetta

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