El fascismo asoma aún no consumado, pero sediento de aplastar a la clase obrera.
El fracaso político del nacionalismo latinoamericano envalentonó a los fascistas que se alzaron con el voto de la clase obrera, traicionada por sus direcciones claudicantes, cómplices del capitalismo y el latifundismo brasilero.
Dios no paga el fracaso de Lula.
Lo paga la clase obrera.
No es un accidente en la construcción.
Es la consecuencia del progresismo que entregó a la clase trabajadora a las fauces de las bestias negras del militarismo brasilero.
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