En septiembre de 2016
la OPS declaraba que el sarampión había sido erradicado de las américas.
La directora de la
OPS Carissa Etienne, tras
22 años de esfuerzos con el compromiso de terminar con el sarampión adoptado en
1994, confirmaba la erradicación del
sarampión autóctono en el continente americano.
En 2017 cuatro países notificaron casos
confirmados de sarampión: Argentina, Canadá, EEUU y la República Bolivariana de
Venezuela.
Desde enero de 2018,
nueve países notificaron casos confirmados: Antigua y Barbuda, (1 caso
importado), Brasil (14), Canadá (4 casos importados), Colombia (1 caso
importado), Guatemala (1 caso importado), Estados Unidos (13 importados y
relacionados a la importación), México (4), Perú (2 casos en residentes que no
han salido del país) y la República Bolivariana de Venezuela (159).
Para el 6 de abril la
OPS agregaba un caso confirmado en Argentina y otro en Ecuador.
Once países
americanos notificaban casos de sarampión.
En Argentina, en
Buenos Aires, una niña de 8 meses de edad (aún no vacunada por ser menor de un
año de vida), sin antecedentes de viajes, contraía el primer caso autóctono
desde 2000.
La certificación de la eliminación del sarampión de circulación endémica en Argentina ante la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, fracasaba.
Toda América está en
emergencia. En Venezuela, desde el primer caso en 2017 y hasta marzo de este
año se registran más de 1000 enfermos, seguido por Brasil con más de 300 casos.
La mayor epidemia venezolana
avanza en 7 estados incluyendo el Distrito Capital (Actualización
epidemiológica sarampión OPS 06/04/18).
En Europa en 2017 hubo más de 21.000
enfermos. Italia, Rumania y Ucrania concentraron el 72% de los casos.
China, Etiopía,
India, Indonesia, la República Democrática Popular Lao, Mongolia, Filipinas,
Nigeria, Sri Lanka, Sudan, Tailandia, y Viet Nam, entre otros notificaron casos
de sarampión.
Enfrentamos la re
emergencia de una enfermedad inmunoprevenible en un mundo convulsionado por
guerras y emergencias humanitarias.
El movimiento
antivacunas, impulsado por un fraude elaborado en 2011 por Andrew Wakefield con
el apoyo del Royal Free Hospital y la Facultad de Medicina de Londres, según el
British Medical Journal (BMJ 2011;342:c7452) dirigido
a desprestigiar la vacuna MMR (contra el sarampión, la rubeola y la
parotiditis) para obtener ganancias financieras, ha colaborado con la
desprotección de la población, a sabiendas del engaño.
The guardian publicó en 2017 una nota firmada por Celine Gounder en el que
señala que en los EEUU el presidente Trump y otros han
abogado por retrasar y espaciar las vacunas. Según Gounder, Trump reunido con
Andrew Wakefield, estaría dando crédito a la teoría conspirativa contra las
vacunas, inculpadas falsamente de causar autismo.
En un planeta
globalizado, con centenares de miles de migrantes que escapan de guerras y
matanzas, cuando según el Banco Mundial y OMS la
mitad del mundo carece de acceso a servicios de salud esenciales y los gastos
en salud abocan aún hoy a la pobreza extrema a 100 millones de personas (http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2017/half-lacks-access/es/) el azote de las enfermedades prevenibles, invade el
escenario mundial.
El
fracaso del nacionalismo burgués bolivariano, socaba la salud de los
trabajadores venezolanos, sumidos en una emergencia que hunde cada vez más a
las masas populares.
El
sarampión da cuenta de ello.
El
capitalismo, desde sus variantes pro imperialistas a los nacionalismos
latinoamericanos, es responsable de la expansión de la pobreza y de las
enfermedades inmunoprevenibles.
Luis
Trombetta
Abril
2018
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