Esta es la carta que le envié.
Un poco de mi historia.
Un recuerdo amargo.
Recuerdos
amargos
El golpe estuvo precedido por el Rodrigazo.
Cuarenta
y un años después un nuevo rodrigazo nos sacude hasta estremecer, pero sin
horizonte de golpe militar.
Desde
el 74 asistimos a la represión social. Antes también.
Un
movimiento obrero y juvenil, con la intervención masiva de los estudiantes,
reclamaba al gobierno peronista terminar con el pacto social que había firmado
el ministro de economía Gelbard, con el acuerdo de la burocracia sindical
peronista y que suspendía las paritarias por dos años.
¿Impensable
ahora, verdad?
Pero
fue así.
El
gobierno de Cámpora naufragó en 43 días y su sucesor, Lastiri, era un peón de
López Rega, el fundador de la triple A.
Perón,
antes que nadie, aseguró a López Rega en el Gobierno y el ex policía retirado
creció hasta la altura de Ministro y consejero de María Estela Martínez de
Perón, luego viuda del ex presidente y Presidente de la Nación.
Las
huelgas obreras sacudieron todo el país, y en Villa Constitución, los obreros
de la UOM tomaron
las fábricas y la Ciudad.
El
gobierno peronista les envió a los militares.
Además
operaron las bandas fascistas todas las noches.
Ciudad
sitiada. Asesinatos y secuestros operados por la burocracia sindical peronista
y la Triple A.
En
el 75 se acentuó la represión.
La
huelga general de junio y julio barrió el plan Rodrigo y echó a López
Rega.
El
triunfo de la clase trabajadora tenía límites.
Si
se demolieron los topes a los aumentos de los salarios, la carestía trepaba al
borde la hiperinflación.
La
suerte estaba echada: Massera y Videla preparaban el golpe de estado, bajo la
mirada impertérrita de la dirigencia peronista.
Luder,
presidente del senado ocupó el cargo de presidente, cuando Isabel se tomó una
licencia.
No perdió el tiempo: firmo el decreto de aniquilamiento de la subversión y el operativo Independencia en Tucumán.
No perdió el tiempo: firmo el decreto de aniquilamiento de la subversión y el operativo Independencia en Tucumán.
Las
calles de Buenos Aires amanecían con pilas de cadáveres acribillados.
Los
zanjones de la panamericana y los alrededores del Tigre, Carupá, San Fernando y
en el sur Avellaneda y más allá, fueron la sepultura de jóvenes torturados por
la triple A y la burocracia sindical peronista.
La
antesala de los grupos de tareas.
Esos
mismos parapoliciales que guardaban sus automóviles y armas en el Ministerio de
Bienestar Social de la nación, se incorporaron después del golpe a los grupos
de tareas que operaron en centros clandestinos como automotores Orletti, en
Floresta, La Perla
en Córdoba y la Escuelita
en Famaillá, Tucumán.
La
barbarie se desató mucho antes del 24 de marzo.
La
juventud depositó sus esperanzas en el peronismo y el espejismo de la
revolución social confundió a las masas.
No
habría Patria Socialista de la mano de Perón.
El
golpe fue precedido por el “aero golpe”, encabezado por el Brigadier Capellini,
que hizo volar a sus aviones con las alas pintadas con la leyenda Cristo Rey.
El
fascista probó su oportunidad, regresó a la base aérea y le dijeron que
esperase en su casa.
Los
comandantes que acompañaban a Isabel, le habían puesto fecha: 90 días después
del discurso de diciembre.
La
fecha elegida fue el 24 de marzo del 76.
Ese
día me despertó un amigo que me visitó en casa: levantate que hay golpe de
estado.
Empezamos
una nueva etapa.
Los
primeros días 200 fábricas del país, principalmente en el cordón industrial del
conurbano norte, pararon en sus lugares de trabajo.
Pero
no era suficiente.
La
burocracia peronista se borró.
Esas
fueron las palabras de Casildo Herrera, secretario general de la CGT.
Las
patotas comenzaron a operar a cara descubierta.
Los
secuestros fueron de día y de noche, pero la gente no los veía.
No
los creía.
No
quería verlos.
La
dictadura militarizó el país.
Salías
a la calle y corrías el riesgo de ser detenido.
Pero
la gente lo negaba.
Por
“algó será”, funcionó como anestesia para las conciencias de los que apoyaron a
los golpistas.
Muchos
le dieron la espalda a las vejaciones y justificaron los martirios de los
detenidos.
“Andaban
en algo”.
Cuando
los primeros desaparecidos comenzaron a notarse, la dictadura dijo que se
habían ido del país.
La
gente dijo que los subversivos vivían cómodos en Francia.
Otros,
infelices irrecuperables, dijeron que los estaban concentrando en “granjas de
recuperación”.
No.
No.
No
eran granjas.
Eran
campos de concentración.
Después
los tiraban al mar.
O
los quemaban en tanques de 200 litros junto con cubiertas de autos. Fue lo que
se supo que ocurría en la ESMA.
O
los sepultaban en fosas comunes.
O
aparecían acribillados en fusilamientos masivos; hasta en detonaciones con
dinamita, asesinados en la
Ricchieri , camino a Ezeiza.
Fusilaron
a un pibe en el Obelisco.
Enterraban
en tanques de 200 litros y los tiraban en arroyos del delta
Pero
por algo será decía la gente.
Los
argentinos somos derechos y humanos, fue el eslogan oficial.
Vivimos
en la barbarie.
Perdimos
amigos.
Muchos
nos dieron la espalda y nos abandonaron.
Cada
uno a su suerte.
Por
algo será.
Las
familias de los desaparecidos sufrían el silencio impuesto por una sociedad que
saludaba la bota militar.
El
golpe tuvo muchos adeptos.
Los
militares no estaban solos.
No
solo eran los financistas y los empresarios.
Gente
de a pie vitoreaba a Videla.
El
Mundial del 78 fue festejado en el Monumental en presencia de la cúpula
militar.
Videla
alza los brazos con el gol del campeonato.
La
gente festeja.
Los
detenidos en la ESMA
mueren en la tortura a poca distancia del estadio de River.
Esa
fue la dictadura.
Un
plan de liquidación de una juventud que esperaba una revolución del peronismo,
y que recibió el plomo peronista de las bandas lopezrreguistas y que dejó pasar
el golpe de estado más sanguinario de la historia.
Una
juventud que exigía una Patria Socialista y que el peronismo liquidó de a poco,
primero con los asesinatos de los dirigentes fabriles, después con la expulsión
de la JP de la Plaza de Mayo, siguió con el
Operativo Independencia y abrió las puertas del genocidio.
Fueron
años amargos.
Muchos
peor para los secuestrados y asesinados.
Vivir
en el miedo.
Sentirse
perseguido.
Saberse
delatado.
Sobrevivir.
Pero
por sobre todo, luchar contra la dictadura, como se pudiera.
Muchos
se enteraron que hubo una dictadura cuando se estaban cayendo.
Fue
después de Malvinas.
Porque
hasta en Malvinas, “la gente” apoyó a los militares.
Después
de una marcha contra la dictadura el 30 de marzo del 82, al día siguiente
Galtieri recibió la ovación de una Plaza de Mayo que saludó el 2 de abril.
Inmediatamente
los dirigentes de los partidos que habían reclamado en la Multipartidaria
contra la dictadura, viajaron por el mundo dándole apoyo a los milicos.
Usaron
Malvinas para intentar salvarse del derrumbe.
Y
la gente otra vez festejó la bravuconada.
Que
vengan. Le daremos batalla, vociferaba Galtieri.
Después
vinieron las mentiras y la derrota.
Otra
vez, la “gente” se enteró que les habían mentido.
Que
no estábamos ganando la guerra.
Mejor
no seguir.
Se
hace largo y las palabras se repiten.
Hace
40 años quisieron matarnos.
Aquí
seguimos.
Luis
Trombetta
7 de abril de 2016
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