Primeras palabras para Pablo Rieznik
Sus familiares, amigos y compañeros lo despedirán durante todo el día en Dorrego 626, CABA.
La madrugada de este jueves 17 nos sacudió con la muerte de nuestro querido compañero y amigo Pablo Rieznik. Venía luchando contra un cáncer al que enfrentó con las armas de toda su vida: con fortaleza, conciencia plena y –también- irreverencia.
Pablo perteneció a la generación de jóvenes que sintió el cimbronazo de sus mentes y sus almas en los años del “Cordobazo”. En esos tiempos, fue un factor decisivo para el desarrollo de nuestra corriente en la juventud, en los colegios y universidades. Los que llegamos un poco después nos formamos bajo la impronta de su firmeza, de su capacidad polémica, de su coraje.
En los años en que el nacionalismo burgués quiso confiscar la perspectiva de independencia política que abrió el Cordobazo, Política Obrera y la UJS de Pablo Rieznik se plantaron siempre, con Pablo a la cabeza, liderando intelectual y físicamente a la juventud que defendía la independencia política de los trabajadores.
Hoy, cuando la lucha revolucionaria se quiere trocar por la acción sin memoria y sin programa, la figura de Pablo se levanta orgullosa como expresión de lo contrario: como el hilo conductor de una historia y una experiencia, que reconoce sus raíces en más de un siglo y medio de lucha y organización de la clase obrera.
La dictadura militar tampoco tuvo mediaciones con Pablo: sufrió un brutal secuestro, del cual lo arrancamos con una decidida acción política de alcance internacional. En el exilio, contribuyó intensamente al desarrollo de la izquierda revolucionaria en Brasil, y elevó todavía más su condición intelectual brillante.
Su acción en las aulas y en la lucha política no tuvo compartimentos separados: los libros maravillosos que nos deja acercaron a miles de alumnos al marxismo, y formaron a varias generaciones de militantes revolucionarios. Estudió y practicó la ciencia de la revolución, y sometió a la ciencia al cedazo del materialismo histórico, en varias obras extraordinarias.
¡Pablo querido, este Partido Obrero no sería el que es sin tu mente y corazón enormes!
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