Quien
alguna vez entretuvo con historias publicadas en Clarín, bajo el pseudónimo de
Oberdan Rocamora, autor de “La
Manifestación ” y otros cuentos, Flores robadas….hoy sentenció:
"Marcar la cancha. Soy opositor frontal del cristinismo. Pero
nada tengo que ver con el fascismo espiritual de los desesperados.
"Gente podrida". Desesperadamente enojada y con iniciativas
anárquicas. Producto de la carencia de representación política. ¿No será que
habrá que generar la representación política? ¿Que lo que se ofrece en el
mercado opositor no sirve para un pepino?"
Es
posible que quienes abuchearon a Kicillof y a Boudou, no tengan una
identificación política definida.
O
todo lo contrario, es posible que sí la tengan.
En
todo caso es una especulación sin sentido, ya que nunca lo sabremos.
Sin
embargo, el acontecimiento es una expresión política, aunque no se manifieste
como una crítica política, de contenido político, y solo haya sido una
seguidilla de insultos o silbidos y abucheos.
En
todo caso, el insulto (que no es una categoría política), expresa el
temperamento crispado, una respuesta rápida a un estímulo que la dispara.
Asís
dice que es opositor pero señala que no hay oposición que sirva.
Parece
una reflexión y un llamado para los propios.
“Gente
podrida y con iniciativas anárquicas”.
Asís
también califica. Adjetiva.
Tomo
las palabras de Asís, a manera de ejemplo.
Se
alzan las voces desde noticieros y periodistas que repudian el escrache.
Parece
que el problema es de contenido moral.
Kicillof,
acompañado de sus hijos y esposa, sufrió el acoso de una barra que no era brava
pero que aprendió de las hinchadas a maltratar con el insulto.
Boudou
se defendió como pudo desde una tribuna oficial, mientras los silbidos llenaban
el aire.
¿Es
verdaderamente un problema moral?
En
mi opinión es un problema político y el repudio a los nombrados expresa la
crispación.
Será
reducida, en un ámbito limitado, no representativa, pero así ocurrió.
No
vale la crítica moralizadora oficialista ni tampoco opositora (más allá de
Asís), en un país donde se ventila el asesinato político de Mariano Ferreyra y la
masacre de Once oculta la trama de un vaciamiento que tiene como partícipe
necesario a los funcionarios del estado.
No
existe la moral en abstracto.
Todo
lo contrario, la moral se funda en un contenido político ideológico certero.
No
convalido el insulto, pero no quiero sumarme a los corifeos que pretenden
resguardar las investiduras con discursos que exigen un buen comportamiento del
público.
En
las hinchadas no hay buenos tratos, hay voces de mando y disciplina. Bien lo
sabe el gobierno que organizó a Hinchadas Unidas Argentinas.
Declaro
nuevamente: el insulto es ajeno a la discusión política. Distrae de la política.
Despolitizando la crítica, desnuda su carácter reaccionario.
Hay
que politizar la discusión y darle un contenido de clase.
Superemos
los insultos.
Levantemos
el programa y nuestras consignas.
La
salida es por izquierda.
Luis
Trombetta
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