Muchas veces la muerte aparece como el suceso más importante de una vida.
Con Facundo Cabral ("Indio Gasparino"), se repite la profecía argentina de elevarse al mito a la hora de la despedida.
Facundo Cabral fue autor y cantante sólo conocido (y reconocido) por una juventud que revolucionó una época.
Después de la dictadura reapareció con un mensaje místico, posicionado en el "sermón de la montaña", en un escenario en el que también ofreció contar que se encontraba enfermo (padecía diabetes), muy lejos de la canción de protesta, libertaria, que conocí a mis 15 años.
Ya no se ponía el sol al hombro ni soñaba con "la María" en el trigal, como recuerda Alejandro.
Ni esas manos eran las que arrancaban las espinas ni tampoco la Sra Perez de Mendizabal Gimenez (la Sra. Moralina) eran ya parte del nuevo presente.
Pero no importa si algo cambió en aquel momento que le dio otra visión a su horizonte.
Lo reivindico por la alegría que me dio, en tantas ruedas de amigos y en campamentos y fogones y en la escuela secundaria, con guitarras e improvisadas voces que repetían: ...me gusta andar pero no sigo el camino, porque lo seguro ya no tiene misterio; me gusta ir con el verano muy lejos, pero volver con mi madre en el invierno, y ver los perros que jamás me olvidaron, y los abrazos que me dan mis hermanos, me gusta... "Me gusta el sol , Alicia y las palomas/ el buen cigarro y las malas señoras/ saltar paredes y abrir los balcones/ y las muchachas de Tandil. Me gusta el vino tanto como las flores/y los amantes pero no los señores/ el pan casero y las voz de Dolores y el mar mojándome los pies.
Chau.
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