En una sociedad
empobrecida, con familias adeudadas con las tarjetas de crédito, jubilaciones
que no cubren los mínimos gastos de subsistencia, empleo informal y el riesgo
inminente de cesación de pagos, la llegada del covid19 sólo aumentó la
incertidumbre en la población.
Porque la admisión
del ministro no sólo es un error de cálculo, sino el fracaso rotundo de una
política consciente de contención social, ante la inevitable crisis sanitaria
que recorre el mundo y que ha llegado al país.
Porque la política de
medidas progresivas, la " fase de contención" que argumentó la
autoridad sanitaria, estaba inscrita en la necesidad de contener mucho más que
al virus, el reclamo de una sociedad que comienza a percibir el riesgo de la
salud de todo el cuerpo social.
Ante precios de
medicamentos inaccesibles, alimentos que no paran de aumentar, salarios
insuficientes, el peligro de una extensión incontrolable de coronavirus,
plantea la inminencia de una crisis social que superaría la contención operada
desde la coalición gobernante.
Ese es el transfondo
de las medidas progresivas, que como ya he señalado, corren por detrás de los
hechos.
La denuncia del
colapso de la guardia del Argerich es un llamado de urgencia, que pone las
cosas en su lugar.
El gobierno porteño
lo atribuye a una maniobra kirchnerista, pero no puede ocultar que 40 empleados
de ese hospital inician el aislamiento en sus domicilios.
Los intentos por
bajarle el precio al problema resultan más ridículos aún.
Porque si el dengue y
el sarampión son más importantes según el propio ministro, ahora deberá admitir
que se sumó repentinamente, la tercer preocupación!
Cuando los argumentos
políticos pretenden conducir el curso de una pandemia, y rebajar el nivel de
alerta para adaptarlo con los recursos escasos, las víctimas de esas decisiones
se multiplicarán.
El gobierno opera
contra reloj.
¿Espera enlentecer el
curso de la enfermedad?
El virus sorprendió
al ministro.