martes, 16 de febrero de 2010

Otra vez sobre la deuda externa.


Para Prensa Obrera
por Jorge Altamira

A partir de la crisis política desatada por el “efecto Redrado”, Proyecto Sur y Pino Solanas han tratado de construir una tercera posición que plantea “investigar la legitimidad de la deuda externa”. “No decimos que no hay que pagar la deuda, porque si hay una deuda que fue por los carriles normales, no habrá que cuestionarla. Lo que decimos es que nadie paga una factura indebida” (La Nación, 29/1) –le aclara Pino a quienes lo acusan de ultraizquierdista o defaulteador serial.
¿Es serio esto?
En estos momentos se tramita una investigación acerca de si la Reserva Federal norteamericana siguió “los carriles normales” para pagar a los principales bancos acreedores fuera del marco de la quiebra de la aseguradora AIG. La inmensa mayoría de los propios responsables de la estafa admite que la cosa no fue muy transparente, pero se excusa con el latiguillo de que de otro modo hubiera caído el sistema financiero. El jueves 28 de enero, el Senado de los Estados Unidos reeligió al presidente de la Reserva Federal, lo cual constituye una absolución a quienes participaron del rescate de AIG. Para lograr la reelección de Ben Bernanke, el magnate Warren Buffet declaró otra vez que, de lo contrario, se caería el sistema financiero. O sea que la normalidad de los carriles no sigue pruritos legales, aunque se jueguen casi 70 mil millones de dólares, sino que depende de cuán funcionales son al salvataje del capitalismo.
Como Pino no se inscribe en ninguna corriente que quiera abatirlo, deberá reconocer que el rescate del capital es un carril definitivamente normal y una “política de Estado”. Las mismas razones invocaron los Cavallo, Martínez de Hoz, Menem, Kirchner (cuando privatizó el Banco de Santa Cruz para resolver –alegó él– la crisis fiscal de la provincia); la lista es larga. Kirchner, precisamente, creyó oportuno recordar que la democracia, en 1983, legitimó la deuda. O sea que la democracia vino para pagar la deuda externa. La Convención Constituyente de 1994 ratificó –con el voto del Frepaso y de Pino, pero el rechazo del obispo De Nevares– la legitimación producida once años antes. La mitad de la legislación vigente, que el Estado democrático está obligado a hacer efectiva, fue dictada por los gobiernos militares.
¡Vaya si la democracia legítima!
Segundo: no existe una deuda externa argentina ‘legítima’ en lo que se refiere a la contraída o garantizada por el Estado con bancos u operadores financieros. Es ilegítima incluso la contraída con el BID o el Banco Mundial, pues, en un caso, se destinan a financiar proyectos en pesos –más allá de su carácter privatizador– cuando el Estado argentino puede conseguir créditos en pesos dentro del país. Si se trata de obras de infraestructura, se impone la condición de que la dirección del proyecto sea trasnacional. La deuda pública argentina con el exterior es, al día de hoy, el resultado de sucesivos refinanciamientos, o sea que se trata de intereses acumulados o capitalizados. O sea que estamos ante un caso de usura y de confiscación colonial.
Algunos defensores de la posición de Pino no perciben que al convertir la deuda externa en un problema judicial, la transforma en un delito privado (con participación de funcionarios públicos), lo cual la vacía de su contenido social. Es lo que hace regularmente la politiquería burguesa en otros asuntos, para escamotear la función del capital o del Estado en el proceso de la producción social.
A Pino se le escapa también que el repudio a la deuda externa se ha transformado en una causa internacional de varios países. Hablando de la carne de cerdo, acaban de aparecer los PIGS (cerdos en inglés); o sea, Portugal, Irlanda, Grecia y España (Spain), que se encuentran en default. La lista es, sin embargo, mezquina, porque olvida a Letonia, Lituania, Ucrania, Islandia, Bulgaria (sin olvidar a Gran Bretaña, que acabará pagando muy caro la pretensión de la City de Londres de querer conservar una primacía financiera internacional). Los ‘cerdos’ difícilmente encuentren un ‘pino’ que pretenda llevar el asunto a la Justicia –¡y vaya si tendrían razones cuando Grecia estuvo escondiendo un déficit fiscal del 13% (y que probablemente sea del 20%), detrás de un módico 3%! Como quiera que la deuda externa griega financia, incluso, el funcionamiento de los hospitales públicos, las consecuencias del default van a ser para hamacarse. Un columnista financiero advierte que no sería suficiente reducir el déficit fiscal griego para salir del atolladero, sino que es todavía más importante serruchar los salarios en un 10%. El consejero en cuestión cuida el bolsillo de sus patrones, por eso se le borró de la pantalla que los sondeos indican que el 75% de los islandeses van a votar contra el pago de la deuda que le dejaron al Estado sus bancos en quiebra (¡por un 50% del PBI!), en un referendo que se hace en pocos días más.
Para subirnos a la lucha internacional que genera esta crisis mundial debemos dejar los estrados judiciales (y, por sobre todo, la alianza con lobbystas reconocidos de los pulpos automotrices y la industria sojera, como Juez y Binner, respectivamente) y meterle pata a la acción directa para abolir la deuda externa de todos los países dependientes.
A fuerza de trasladar el asunto a la esfera moral, Pino corre el riesgo de caer él mismo en ese pozo, toda vez que está empeñado en una alianza con sectores políticos que reivindican el reconocimiento integral de la deuda pública. Si llegara con ellos al gobierno, acabaría enfrentándose al reclamo de que se presente ante la Justicia para explicar por qué está pagando una deuda usurera.

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