Han reaparecido
teorías que aseveran que el sida es una construcción, una consecuencia del
empleo de medicamentos como la zidovudina (conocida como AZT), que obedece a
intereses de empresas farmacéuticas, que se puede resolver (¿curar?) llevando a
la práctica los consejos de los denunciantes, aunque no se expresen
públicamente cuáles son esos métodos terapéuticos y mucho menos se publiquen
sus resultados (me refiero a las publicaciones científicas).
En la misma vertiente
militan los que niegan el empleo de las vacunas, denuncian que la inmunización
es una maniobra (otra vez) de los intereses capitalistas, o simplemente de
intereses ajenos al bienestar de las personas, y posicionados en su individualidad
y en la decisión de qué hacer con sus vidas (digamos en particular con sus
cuerpos, biológicamente concebido) reclaman el derecho de decidir ya sea si
aceptan la vacunación, el empleo de medicamentos, o simplemente el acto de
concurrir a un médico, que obviamente concuerda con el conocimiento
cuestionado.
Este planteo ha dado
ya sus primeros resultados.
Y no fueron buenos.
La prueba fue la
extensión del sarampión entre individuos susceptibles no vacunados, ocurrida en
varios países europeos.
En el Mundial de
fútbol de 2010 realizado en Sudáfrica, o digamos simultáneamente con este evento
deportivo internacional, el sarampión avanzaba en el continente africano sub
sahariano y su impacto en Sudáfrica no se demoró.
La importación del
sarampión desde allí, provocó el contagio de 17 casos confirmados, cuando el
último caso de sarampión endémico en Argentina ocurrió en el 2000.
En el Mundial 2014,
realizado en Brasil, 19 de los 32 países que intervinieron tenían circulación
activa del virus, sumado a los casos que ocurrieron en Brasil ese mismo año.
El Ministerio de
Salud de Argentina alertó sobre la eventual reintroducción del sarampión, y recomendó
actualizar el calendario de vacunación.
El rechazo al empleo
de las vacunas, a la obligatoriedad del calendario oficial, esgrime y se
respalda en el derecho a la elección individual de las acciones sobre el propio
cuerpo.
Anula el concepto de
salud pública (que en Argentina es universal y gratuita, aunque de diferente
calidad y con restricciones inadmisibles) y tacha de autoritarios a modelos o
paradigmas establecidos en la medicina de nuestro tiempo.
En este escenario de
discusiones sobre los intereses espurios de la vacunación, apareció un problema
de semántica: contagio vs transmisión.
De todas las
opiniones en contra de la vacunación obligatoria, que incluyen el desprecio por
el avance logrado por la inmunización, que entre otros fue fundamental para
desterrar la viruela, combatir la poliomielitis infantil, controlar el tétanos
neonatal, la transmisión vertical de la rubeola, y otro dato negado por los que
suscriben estas posiciones, la disminución de hepatitis fulminante por virus A
y su externalidad sobre los trasplantes de tejido hepático, un eslabón en esta
cadena de absurdos, me llamó especialmente la atención.
Se trata de quienes diferencian
contagio y transmisión, obviamente referido a las enfermedades que poseen un
agente etiológico definido.
La palabra contagio
tiene raíz latina.
[co(n)- lat. 'unión',
'contacto', 'acción completa' + tag- lat. 'tocar' + -iu(m) lat. ]
Y en los diccionarios
consultados definen contagio, como Transmisión, por contacto inmediato o
mediato, de una enfermedad específica.
Desacreditar la
vacunación obligatoria, el calendario de vacunación, el empleo de medicamentos,
la tecnología en la medicina, el conocimiento probado, no te hace ser un
individuo libre.
Más vale te
esclaviza.
¿O nunca pensaste que
te podías enfermar?
¿De veras hay
diferencias entre contagio y transmisión?
El nivel del conocimiento
expresa el grado desarrollo de la sociedad que habita. Las relaciones entre las
clases sociales, la producción de bienes y servicios, la apropiación de todos
ellos en el capitalismo, no está es discusión.
Al menos, no se
necesita explicar la desigualdad.
Pero negar los
avances producidos en el área de la salud, tanto individual como colectiva, es
negar que la expectativa de vida para quienes acceden a la tecnología diagnóstica,
al tratamiento y a la prevención, se extendió enormemente.
Resolver el acceso a
las clases explotadas, es otra discusión.