jueves, 23 de junio de 2016

Una noche difícil

Una noche difícil.
El final de Winston Smith me atormenta.
Orwel concluyó su novela con un destino de barbarie.
Me dormí pensando en ello.
Me desperté en un pasaje de alguna historia ya relatada.
Oí ruidos y el golpe de una pieza metálica.
Tal vez un varilla o un caño que imaginé pequeño, caía de las manos de su poseedor.
Algunos gritos.
Salté de la cama y abrí la ventana.
Me asomé y vi como 4 sujetos rodeaban a uno que en el centro se enfrentaba cara a cara con sus predadores.
Casi contra la pared acorralaban a la víctima.
Una escena que en las cárceles se dibuja entre el pulgar y el índice: cuatro puntos que rodean a un quinto, en el medio.
Es el 5 de un dado.
Es la muerte del que está atrapado.
Un tatuaje que identifica a los asesinos del cobani.
Una escena que muchos reproducen, jactanciosa.
Orgullo de matones, manchas de perversos.
Uno de ellos le asesta un cabezazo desde un lateral o tal vez desde el frente.
No se ve claro.
Todo sucede rápido.
Otros gritos.
Silencio en las calles, a pasos de Rivadavia.
¡Policía!¡Policía!¡Policía!
Tres veces al aire, como disparos en la oscuridad y los maliciosos escapan.
La víctima va con ellos.
Ajuste de cuentas.
Tal vez.
Socios, no sé.
7,12 de la mañana.
Winston me atormenta.